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jueves, 26 de noviembre de 2009

La literatura argentina, Derivas de la pesada, Roberto Bolaño

¡Qué interesante visión de la literatura argentina la que nos da Bolaño en este texto, Derivas de la pesada, publicado tras su muerte.

Es curioso que fueran unos escritores burgueses los que elevaran el Martín Fierro, de Hernández, al centro del canon de la literatura argentina. Este punto, por supuesto, es materia discutible, pero lo cierto es que el gaucho Martín Fierro, paradigma del desposeído, del valiente (pero también del matón), se alza en el centro de un canon, el canon de la literatura argentina, cada vez más enloquecido. Como poema, el Martín Fierro no es una maravilla. Como novela, en cambio, está viva, llena de significados a explorar, es decir, conserva su atmósfera de viento o más bien ventolera, sus olores a intemperie, su buena disposición para los golpes del azar. Sin embargo, es una novela de la libertad y de la mugre, no una novela sobre la educación y los buenos modales. Es una novela sobre el valor, no una novela sobre la inteligencia, mucho menos sobre la moral.
Si el Martín Fierro domina la literatura argentina y su lugar es el centro del canon, la obra de Borges, probablemente el mayor escritor que haya nacido en Latinoamérica, es sólo un paréntesis.
Es curioso que Borges escribiera tanto y tan bien del Martín Fierro. No sólo el Borges joven, que en ocasiones suele ser, en el ámbito puramente verbal, nacionalista, sino también el Borges adulto, que en ocasiones se queda extasiado (extrañamente extasiado, como si contemplara las gesticulaciones de la Esfinge) ante las cuatro escenas más memorables de la obra de Hernández, y que en ocasiones incluso escribe cuentos, desganados y perfectos, argumentalmente epigonales de la obra de Hernández. Cuando Borges glosa a Hernández no lo hace con el cariño y la admiración con que se refiere a Güiraldes, ni con la sorpresa y resignación con que emplea al evocar a aquel monstruo familiar que fue Evaristo Carriego. Con Hernández o con el Martín Fierro, Borges da la impresión de estar actuando, de estar actuando a la perfección, por otra parte, pero en una obra de teatro que le parece desde el principio, más que detestable, equivocada. Pero, detestable o equivocada, también le parece irremediable. Su muerte silenciosa en Ginebra es, en este sentido, harto elocuente. Vaya, no sólo es elocuente, su muerte en Ginebra, de hecho, habla hasta por los codos.
Con Borges vivo, la literatura argentina se convierte en la que la gran mayoría de los lectores conoce como literatura argentina. Es decir: está Macedonio Fernández, que en ocasiones parece un Valéry porteño; está Güiraldes, que está enfermo y es rico; está Ezequiel Martínez Estrada; está Marechal, que luego se hace peronista; está Mujica Láinez; está Bioy Casares, que escribe la primera novela fantástica y la mejor de Latinoamérica, aunque todos los escritores latinoamericanos se apresuren a negarlo; está Bianco, está el pedante Mallea, está Silvina Ocampo, está Sábato, está Cortázar, que es el mejor; está Roberto Arlt, que fue el más ninguneado de todos. Cuando Borges se muere, se acaba de golpe todo. Es como si se muriera Merlín, aunque los cenáculos literarios de Buenos Aires no eran ciertamente Camelot. Se acaba, sobre todo, el reino del equilibrio. La inteligencia apolínea deja su lugar a la desesperación dionisíaca. El sueño, un sueño muchas veces hipócrita, falso, acomodaticio, cobarde, se convierte en pesadilla, una pesadilla muchas veces honesta, leal, valiente, que actúa sin red de protección, pero pesadilla al fin y al cabo, y, lo que es peor, literariamente pesadillesca, literariamente suicida, literariamente callejón sin salida.
Aunque con el paso de los años es legítimo preguntarse hasta qué punto la pesadilla o la piel de la pesadilla es tan radical como enunciaban sus cultores. Muchos de ellos viven mucho mejor que yo. En este sentido me puedo permitir afirmar que yo soy una rata apolínea y que ellos cada día se asemejan más a unos gatos angora o gatos siameses despulgados eficientemente por un collar marca Acmé o marca Dionisos, que a esta altura de la historia viene a ser lo mismo.
La literatura argentina actual, lamentablemente, tiene tres puntos de referencia. Dos de ellos son públicos. El tercero es secreto. Los tres, de alguna manera, son reacciones antiborgeanas. Los tres, en el fondo, representan un retroceso, son conservadores y no revolucionarios, aunque los tres, o al menos dos de ellos, se postulen como alternativas de un pensamiento de izquierda.
En el primero reina Osvaldo Soriano, que fue un buen novelista menor. Con Soriano hay que tener el cerebro lleno de materia fecal para pensar que a partir de allí se pueda fundar una rama literaria. No quiero decir que Soriano sea malo. Ya lo he dicho: es bueno, es divertido, es, básicamente, un autor de novelas policiales o vagamente policiales, cuya principal virtud, alabada con largueza por la crítica española, siempre tan perspicaz, fue su parquedad a la hora de adjetivar, parquedad que por otra parte perdió a partir de su cuarto o quinto libro. No es mucho para iniciar una escuela. Sospecho que el influjo de Soriano (aparte de su simpatía y generosidad, que dicen fueron grandes) radica en la venta de sus libros, en su fácil acceso a las masas de lectores, aunque hablar de masas de lectores cuando en realidad estamos hablando de veinte mil personas es sin duda una exageración. Con Soriano los escritores argentinos se dan cuenta de que pueden, ellos también, ganar dinero. No es necesario escribir libros originales, como Cortázar o Bioy, ni novelas totales, como Cortázar o Marechal, ni cuentos perfectos, como Cortázar o Bioy, y sobre todo no es necesario perder el tiempo y la salud en una biblioteca guaranga para que encima nunca te den el Premio Nobel. Basta escribir como Soriano. Un poco de humor, mucha solidaridad, amistad porteña, algo de tango, boxeadores tronados y Marlowe viejo pero firme. ¿Pero firme en dónde?, me pregunto de rodillas y sollozando. ¿Firme en el cielo, firme en el retrete de tu agente literario? ¿Pero vos sos tonto, piltrafilla, vos tenés agente literario? ¿Y un agente literario argentino, para mayor inri?
Si el escritor argentino contesta afirmativamente esta última pregunta podemos tener la certeza de que no va a escribir como Soriano sino como Thomas Mann, como el Thomas Mann de Fausto. O, ya marcados por la inmensidad de la pampa, directamente como Goethe.
La segunda línea es más compleja. La segunda línea se inicia con Roberto Arlt, aunque es muy probable que Arlt sea totalmente inocente de este desaguisado. Digamos, modestamente, que Arlt es Jesucristo. Argentina, por supuesto, es Israel, y Buenos Aires, Jerusalén. Arlt nace y vive una vida más bien corta. Si no me equivoco, cuarenta y dos años. Es un contemporáneo de Borges. Éste nace en 1899 y Arlt en 1900. Pero, al contrario de Borges, la familia de Arlt es una familia pobre, y cuando él es adolescente no se va a Ginebra sino que se pone a trabajar. El oficio más frecuentado por Arlt es el periodismo, y a la luz del periodismo es dable ve muchas de sus virtudes, pero también muchos de sus defectos. Arlt es rápido, arriesgado, moldeable, un sobreviviente nato, pero también es un autodidacta, aunque no un autodidacta en el sentido en que lo fue Borges: el aprendizaje de Arlt se desarrolla en el desorden y el caos, en la lectura de pésimas traducciones, en las cloacas y no en las bibliotecas. Arlt es un ruso, un personaje de Dostoievski, mientras que Borges es un inglés, un personaje de Chesterton o Shaw o Stevenson. Incluso a veces, pese a él mismo, Borges parece un personaje de Kipling. En la guerra entre los grupos literarios de Boedo y Florida, Arlt está con Boedo, aunque tengo la impresión de que su ardor guerrero no fue nunca excesivo. Su obra se compone de dos libros de cuentos y de tres novelas, aunque lo cierto es que escribió cuatro novelas y los cuentos no recogidos en libro, cuentos aparecidos en periódicos y revistas y que Arlt era capaz de escribir mientras hablaba de mujeres con sus compañeros de redacción, dan por lo menos para otros dos libros. También es autor de unos Aguafuertes porteños, en la mejor tradición impresionista francesa, y de unos Aguafuertes españoles, estampas de la vida cotidiana de la España de los años treinta, en donde abundan los gitanos, los pobres y las personas generosas. Intentó hacerse rico con negocios que nada tenían que ver con la literatura argentina de entonces, aunque sí con la ciencia ficción, y fracasó siempre, y siempre de forma inapelable. Después se murió, a los cuarenta y dos años, y, como él hubiera dicho, se acabó todo.
Pero no se acabó todo, porque, al igual que Jesucristo, Arlt tuvo su San Pablo. El San Pablo de Arlt, el fundador de su iglesia, es Ricardo Piglia. A menudo me pregunto: ¿qué hubiera pasado si Piglia, en vez de enamorarse de Arlt, se hubiese enamorado de Gombrowicz? ¿Por qué Piglia no se enamoró de Gombrowicz y sí de Arlt? ¿Por qué Piglia no se dedicó a publicar la buena nueva gombrowicziana o no se especializó en Juan Emar, ese escritor chileno similar al monumento al soldado desconocido? Misterio. Pero en cualquier caso es Piglia quien eleva a Arlt dentro de su propio ataúd, sobrevolando Buenos Aires, en una imagen muy pigliana o muy arltiana, pero que, en rigor, sólo sucede en la imaginación de Piglia y no en la realidad. No fue una grúa la que bajó el ataúd de Arlt, la escalera era lo suficientemente ancha como para maniobrar, el cadáver de Arlt no era el de un campeón de los pesos pesados.
Con esto no quiero decir que Arlt sea un mal escritor, al contrario, es buenísimo, ni tampoco pretendo decir que Piglia lo sea, al contrario. Piglia me parece uno de los mejore narradores actuales de Latinoamérica. Lo que pasa es que se me hace difícil soportar el desvarío -un desvarío gangsteril, de la pesada- que Piglia tiende alrededor de Arlt, probablemente, el único inocente en este asunto. No puedo estar, de ninguna manera, a favor de los malos traductores del ruso, como le dijo Nabokov a Edmund Wilson mientras preparaba su tercer martini, y no puedo aceptar el plagio como una de las bellas artes. La literatura de Arlt, considerada como armario o subterráneo, está bien. Considerada como salón de la casa es una broma macabra. Considerada como cocina, nos promete el envenenamiento. Considerada como lavabo nos acabará produciendo sarna. Considerada como biblioteca es una garantía de la destrucción de la literatura.
O lo que es lo mismo: la literatura de la pesada tiene que existir, pero si sólo existe ella, la literatura se acaba.
Como la literatura solipsista, tan en boga en Europa, hoy que el joven Henry James vuelve a cabalgar a su anchas. Una literatura del yo, de la subjetividad extrema, claro que tiene que existir y debe existir. Pero si sólo existieran literatos solipsistas toda la literatura terminaría convirtiéndose en un servicio militar obligatorio del mini-yo en un río de autobiografías, de libros de memorias, de diarios personales, que no tardaría en devenir cloaca, y la literatura también entonces dejaría de existir. Porque ¿a quién demonios le interesan las idas y venidas sentimentales de un profesor? ¿Quién puede decir, sin mentir como un verraco, que es más interesante el día a día de un triste profesor madrileño, por muy atildado que sea, que las pesadillas y los sueños y las ambiciones del insigne y ridículo Carlos Argentino Daneri? Nadie con tres dedos de frente. Ojo: no tengo nada en contra de las autobiografías, siempre y cuando el que la escriba tenga un pene en erección de treinta centímetros. Siempre y cuando la escritora haya sido una puta y a la vejez sea moderadamente rica. Siempre y cuando el pergeñador de semejante artefacto haya tenido una vida singular. De más está decir que entre los solipsistas y los chicos malos de la pesada me quedo con estos últimos. Pero sólo como un mal menor.
La tercera línea en juego de la literatura argentina actual o post-Borges es la que inicia Osvaldo Lamborghini. Ésta es la corriente secreta. Tan secreta como lo fue la vida e Lamborghini, que murió en Barcelona en 1985, si no recuerdo mal, y dejó como albacea literario a su discípulo más querido, César Aira, que viene a ser lo mismo que si una rata deja como albacea testamentario a un gato con hambre.
Si Arlt, que como escritor es el mejor de los tres, es el sótano de la casa que es la literatura argentina, y Soriano es un jarrón en la habitación de invitados, Lamborghini es una cajita que está puesta sobre una alacena en el sótano. Una cajita de cartón, pequeña, con la superficie llena de polvo. Ahora bien, si uno abre la cajita lo que encuentra en su interior es el infierno. Perdonen que sea tan melodramático. Con la obra de Lamborghini siempre me pasa lo mismo. No hay cómo describirla sin caer en tremendismos. La palabra crueldad se ajusta a ella como un guante. La palabra dureza también, pero sobre todo la palabra crueldad. El lector no avisado puede vislumbrar un juego sadomasoquista propio de esos talleres literarios que las almas caritativas y de vocación pedagógica organizan en los manicomios. Es posible, pero se queda corto. Lamborghini siempre va dos pasos más adelante (o más atrás) que sus perseguidores.
Es extraño pensar en Lamborghini ahora. Murió a los cuarenta y cinco años, es decir que yo ahora soy cuatro años más viejo que él. A veces abro alguno de sus dos libros, editados por Aira -lo cual es un decir, porque lo mismo los pudo haber editado el linotipista o el portero del edificio donde estaba la editorial, la editorial Serbal, de Barcelona-, y a duras penas puedo leerlo, no porque me parezca malo sino porque me da miedo, sobre todo la novela Tadeys, una novela insoportable, que leo (dos o tres páginas, ni una más) sólo cuando me siento particularmente valiente. De pocos libros puedo decir que huelan a sangre, a vísceras abiertas, a licores corporales, a actos sin perdón.
Hoy, que está tan de moda hablar de los nihilistas, aunque cuando se habla de éstos la gente se refiere a los terroristas musulmanes, que precisamente de nihilistas no tienen nada de nada, no estaría de más visitar la obra de un verdadero nihilista. El problema con Lamborghini es que se equivocó de profesión. Mejor le hubiera ido trabajando como pistolero a sueldo, o como chapero, o como sepulturero, oficios menos complicados que el de intentar destruir la literatura. La literatura es una máquina acorazada. No se preocupa de los escritores. A veces ni siquiera se da cuenta de que éstos están vivos. Su enemigo es otro, mucho más grande, mucho más poderoso, y que a la postre la terminará venciendo. Pero ésa es otra historia.
Los amigos de Lamborghini están condenados a plagiarlo hasta la náusea, algo que acaso haría feliz al propio Lamborghini si pudiera verlos vomitar. También están condenados a escribir mal, pésimo, excepto Aira, que mantiene una prosa uniforme, gris, que en ocasiones, cuando es fiel a Lamborghini, cristaliza obras memorables, como el cuento «Cecil Taylor» o la nouvelle Cómo me hice monja, pero que en su deriva neovanguardista y rousseliana (y absolutamente acrítica) la mayor parte de las veces sólo es aburrida. Prosa que se devora a sí misma sin solución de continuidad. Acriticismo que se traduce en la aceptación, con matices, ciertamente, de esa figura tropical que es la del escritor latinoamericano profesional, que siempre tiene una alabanza para quien se la pida.

De estas tres líneas, las tres líneas más vivas de la literatura argentina, los tres puntos de partida de la pesada, me temo que resultará vencedora aquella que representa con más fidelidad a la canalla sentimental, en palabras de Borges. La canalla sentimental, que ya no es la derecha (en gran medida porque la derecha se dedica a la publicidad y al disfrute de la cocaína y a planificar el hambre y los corralitos, y en materia literaria es analfabeta funcional o se conforma con recitar versos del Martín Fierro) sino la izquierda, y que lo que pide a sus intelectuales es soma, lo mismo, precisamente, que recibe de sus amos. Soma, soma, soma Soriano, perdóname, tuyo es el reino.
Arlt y Piglia son punto y aparte. Digamos que es una relación sentimental y que lo mejor es dejarlos tranquilos. Ambos, Arlt sin la menor duda, son parte importante de la literatura argentina y latinoamericana y su destino es cabalgar solos por la pampa habitada por fantasmas. Allí, sin embargo, no hay escuela posible.

Corolario. Hay que releer a Borges otra vez.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Características de la novela gótica

En el siglo XVIII, conocido como el de la Ilustración, el hombre creía que era capaz de explicarlo todo mediante la razón. La literatura de estos años está plagada de ensayos filosóficos y de novelas de costumbres que reflejaban la realidad. Sin embargo, en el último tercio de siglo surge en Inglaterra una nueva corriente que pondrá los cimientos del próximo Romanticismo: esto es el Gótico, historias que incluyen elementos mágicos, fantasmales y de terror, poniendo en tela de juicio lo que es real y lo que no.
En términos estrictos, el Gótico se extendió desde 1765 hasta 1820 aproximadamente, aunque casi todos los autores del Romanticismo del XIX volvieron su mirada hacia él, inspirando algunas de sus obras más famosas (Drácula de Stoker’, El fantasma de Canterville de Oscar Wilde, Frankenstein de Mary Shelley, Jane Eyre de Charlotte Brontë, etc.). El goticismo decayó a finales del siglo XIX con la irrupción del positivismo, que promulgaba una explicación científica para todo. Las obras de terror gótico también son llamadas historias de fantasmas.
El adjetivo gótico se usa porque muchas de las historias se enmarcaban en la época medieval, o bien la acción tenía lugar en un castillo, mansión o abadía de este estilo arquitectónico. Lo intrincado de estos, llenos de pasadizos, huecos oscuros y habitaciones deshabitadas se prestaba a crear ambientes inquietantes.

Otras características del género son:
  • Las localizaciones góticas son fundamentales: bosques sombríos, mazmorras, granjas abandonadas, calles oscuras, casonas vacías, criptas… Las descripciones son abudantes para crear una atmósfera que acongoje al lector. De hecho, la localización en estas narraciones es protagonista del suspense.
  • Aparición de cadáveres, espectros, muertos vivientes y otros elementos sobrenaturales.
  • Viajes en el tiempo o en el espacio. Algunos autores eligieron la Europa del Este como marco de sus obras.
  • El mundo de los sueños y las pesadillas también tiene un lugar relevante por la alternancia entre realidad e irrealidad.
  • El marco suelen ser épocas pasadas o inexistentes que alejan al lector del presente.
  • Personajes dominados por sus pasiones, inteligentes y enigmáticos, siempre atractivos. A veces, castigados por la culpa.
  • Habitualmente aparece un noble malvado que simboliza el peligro y una doncella inocente perseguida por él. En contrapunto, el héroe valeroso, también de alto linaje, que intentará salvarla del terror. El amor también es un rasgo imprescindible.
  • Los protagonistas suelen tener nombres extranjeros muy rimbombantes.
  • Elementos escenográficos llamativos: luces y sombras, goznes chirriantes, manuscritos ocultos, ruidos extraños, animales exóticos, etc.
Algunos estudiosos distinguen en el género entre obras históricas (de autores como Walpole, Irving, Bécquer); de terror (Radcliffe), las cuales cuentan cosas espeluznantes, pero con buen gusto, los personajes reaccionan a situaciones extremas y el empleo de lo fantástico es moderado; y de horror (Lewis), donde los sobrenatural es palpable y se hace una detallada descripción de ambientes y de sucesos brutales que golpean al lector y lo sobrecogen.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Amplia recopilación de relatos

En el enlace de la imagen podrás acceder a una amplia colección de relatos. Unos autores te sonarán más otros menos pero la lista es muy amplia.

http://ness.leyendaepica.es/wp-content/uploads/2009/02/relatos.jpg

jueves, 1 de octubre de 2009

Descenso a los infiernos

Recopilación de textos que tienen en común la experiencia angustiosa de la muerte, del fin y de la destrucción.

Libro de descenso a los infiernos
edición de José Ovejero

Asomarse al precipicio sin caer en él. Atisbar el horror y echar a correr cuando alargue la mano hacia nosotros. Descender a los infiernos, a los que están más allá de la vida, diseñados para aterrarnos pero que nos dan la esperanza de que nuestra extinción no sea definitiva (porque donde hay infierno suele haber también un paraíso), o a los que la mano del hombre ha incrustado en el mundo: los infiernos de la guerra, de la locura, de la miseria, del sufrimiento extremo.

El hombre (el héroe ingenuo, el loco, el desesperad) que se asoma a las zonas más oscuras y ocultas del subconsciente irremediablemente se deja en el viaje jirones de la propia piel.

Con textos de: Aristófanes; William Blake; Mijaíl A. Bulgákov; Joseph Conrad; Julio Cortázar; Dante Alighieri; Homero; Leopoldo Marechal; Ovidio; Francisco de Quevedo; François Rabelais; Arthur Rimbaud; Bernard Shaw; Virgilio.

Con ilustraciones de: Eugène Atget; Andrea de Bonaiuto; Francis Bacon; William Blake; William-Adolphe Bouguereau; Jan Brueghel; Francis Ford Coppola; Doyague; Johann Heinrich Füssli; Francisco de Goya; Anna E. Lukasik-Fisch; Maestro de Bedford; William T. Maud; Miguel Ángel; Joachim Patinir; Cristoforo de Predis; Utagawa Kunyoshi

Lo mejor sobre la literatura electrónica actual

Más pronto quizás de lo que nos imaginamos la literatura electrónica destronará a la actual literatura de tinta y papel, tan lineal y unidireccional.

La literatura electrónica                                                                                                                            

sábado, 12 de septiembre de 2009

Microrrelatos, autoficción y otras fronteras

Interesante artículo sobre las corrientes actuales de la ficción. A pillar ideas toca.

Especialistas definen los nuevos caminos de la narrativa española

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS - Madrid - 07/06/2009
Somos lo que contamos: un relato o un microrrelato, una ficción o una docuficción, una novela fantástica o una novela que nace de los traumas de la realidad. La nueva narrativa española discurre entre difusas fronteras, la tradición, las leyes que marca el mercado o la identidad.
Somos lo que contamos: un relato o un microrrelato, una ficción o una docuficción, una novela fantástica o una novela que nace de los traumas de la realidad. La nueva narrativa española discurre entre difusas fronteras, la tradición, las leyes que marca el mercado o la identidad. Ímpetus narrativos que durante esta semana han reunido, bajo el título Nuevos derroteros de la narrativa española actual -y bajo el techo de la Casa de Velázquez de Madrid-, a varios especialistas en un encuentro "científico" en el que profesores, críticos y autores han intercambiado sus ideas sobre la evolución de las prácticas narrativas en España. Un homenaje a Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1929) resumía el carácter de las mesas redondas: "La renovación no tiene nada que ver con la edad", apuntaba la investigadora Rebeca Martín. "Y Zúñiga es un escritor que nunca ha tenido ni la repercusión ni el reconocimiento que merece", añadía el crítico Fernando Valls.
- El relato menguante. El cuento es el género que menos ha cambiado de todos, se mantiene prácticamente intacto desde el romanticismo. Sin embargo, el cuento ha generado un nuevo género: el microrrelato. Para el crítico Fernando Valls la tradición predominante en España ha sido la de Edgar Allan Poe / Julio Cortázar y la de Antón Chéjov / Raymond Carver, "pero ahora, de pronto, los escritores españoles empiezan a descubrir la tradición española del cuento: Ignacio Aldecoa, Cristina Fernández Cubas, Juan García Hortelano, Francisco Ayala...". Valls cita a nuevos autores como Óscar Esquivias, Ignacio Ferrando y Javier Sáez de Ibarra. Valls destaca el relato Mirar al agua, de Sáez de Ibarra, como uno de los más interesantes, atrevidos y novedosos de los últimos años. Cuentos basados en una performance de Esther Ferrer, cuentos que partiendo de teorías del arte hablan, por ejemplo, del breve encuentro de una pareja o de una vieja artista fracasada que una vez al año, puntualmente, se asoma a su balcón con un pecho al aire. En uno de ellos, Sáez de Ibarra dice: "Mirar no es sólo cuestión de los ojos. Se mira con el cerebro o no se ve en absoluto".
- Los fantasmas de Atocha.Han pasado cinco años desde los atentados del 11 de marzo de 2004 y parece que ya ha pasado la cuarentena para un acercamiento desde la ficción al brutal atentado. Aunque en España siempre ha habido (y no sólo en la literatura) cierta prevención a establecer desde la ficción diálogos con la realidad inmediata, existen algunos intentos de novelar las huellas de la matanza. Ricardo Menéndez Salmón en El corredor (novela que transcurre durante el 11 de marzo de 2004), Madrid blues, de Blanca Riestra (que cuenta la vida de una veintena de personas unos días antes de los atentados) o La piedra en el corazón, novela breve de Luis Mateo Díez son algunos ejemplos de nacidos de aquel dolor público.
- Relato reticular. La ruptura del orden cronológico y causal convierten el relato en un enigma, una historia fragmentaria por descifrar. La búsqueda de la coherencia es un objetivo en sí mismo de la lectura. El relato reticular, frente al narrativo, despliega un abanico de variantes a partir de un motivo, una situación, un personaje o una metáfora. La profesora Geneviève Champeau, de la Universidad de Burdeos, habla (a partir de autores tan dispares como Antonio Muñoz Molina o Agustín Fernández Mallo) de la colocación del lector en el centro del dispositivo estético: un nuevo tipo de lector-espectador-oyente que ha sido educado por la publicidad, el clip, el zapping o el montaje musical. El personaje, componente central de la narrativa decimonónica, que sigue siéndolo en la novela histórica o policiaca, queda destronado en la novela reticular.
- Novelas 'pensamentales'. El término no es nuevo: lo recoge Gonzalo Sobejano de Juan Ramón Jiménez para definir la novela que se dirige hacia el ensayo. La novela que implica a un autor-pensador. La novela busca el sentido de la realidad y del mundo. El autor Manuel Alberca como ejemplo de autor de autoficciones que al atribuir a su protagonista la misma identidad que la del autor parecen verídicas como las autobiografías. Una estructura híbrida que presenta lo imaginario como real y que no es una apología de la falsificación sino todo lo contrario. La autoficción nos llama a neutralizar nuestra capacidad de ser crédulos. Una tendencia literaria en la que están Luis Goytisolo, Javier Marías o Enrique Vila Matas. En su conferencia, Gonzalo Sobejano añadió que comprar un libro es la única forma que conoce para luchar contra "el dolor, el engaño, el olvido y la muerte".
- Autores literarios o autores de mercado. La trivialización de la novela es para el crítico Santos Alonso una de las claves del actual estado de la literatura española. Sin dar nombres ("no quiero entrar en debates de combate") divide el panorama en escritores de mercado y escritores de literatura. Campa a sus anchas la novela light y previsible, de frases hechas y clichés que matan la "imaginación" y el lenguaje "literario". El colmo de lo novedoso, añade, se limita a repetir formas arcaicas de los años sesenta o setenta, y críticos y periodistas "ignorantes o desmemoriados lo aplauden".

martes, 1 de septiembre de 2009

Europeana supera ya los cuatro millones de obras digitalizadas

Fuente: El Mundo.
La biblioteca virtual Europeana tiene ya a disposición de los internautas 4,6 millones de documentos digitalizados, el doble de la cantidad disponible cuando se abrió la página el año pasado, aunque España sólo aporta el 0,6% del total, según ha anunciado la Comisión Europea (CE).
La Comisión valoró el incremento como "positivo", aunque subrayó las grandes desigualdades entre las aportaciones de los diferentes estados miembros y señaló que existen "pequeñas dificultades" con los derechos de autor, según dijo el portavoz europeo de Sociedad de la Información, Martin Selmayr, en rueda de prensa.
Entre los nuevos documentos añadidos hay una colección de 70 incunables de la Biblioteca de Cataluña.
Casi la mitad de las obras digitalizadas de Europeana procede de un único país -Francia-, mientras que los demás estados miembros siguen actuando "por debajo de sus posibilidades", según el Ejecutivo comunitario.
El segundo país que más aporta a Europeana es Alemania (15,4%), seguido de Holanda (8%), Reino Unido (7,9%), Suecia (5,2)%, Finlandia (4%), Grecia (1,6%), Italia (1,2%) y Bélgica (1,1%). El resto de estados miembros cuenta con porcentajes inferiores al 1%, y entre ellos figura España, con el 0,6%.

'Museo virtual de Europa'

Además, sólo el 5% de los libros digitalizados en la UE está por ahora disponible en el llamado 'museo virtual de Europa', que reúne parte de la colección de un millar de bibliotecas, pinacotecas, videotecas, hemerotecas y fonotecas repartidas por el viejo continente.
Esto se debe, además de a la falta de participación de los países, a que la mayoría de los documentos disponibles son obras cuyos derechos de autor son de dominio público, explicó el portavoz comunitario.
La CE destacó la necesidad de reformar el marco jurídico "demasiado disperso" de los derechos de autor en la UE, y por ello ha convocado una consulta pública sobre cómo mejorar el aprovechamiento de "la economía digital" en la que podrán participar todos los interesados hasta el 15 de noviembre de 2009.
La Comisión prevé que en 2010 Europeana alcance la cifra de 10 millones de documentos digitalizados.
La página se abrió al público en noviembre de 2008, pero se vio obligada a cerrar temporalmente por una sobrecarga de visitas que colapsaron sus servidores, un incidente que demuestra "el gran interés que el proyecto despertó entre los europeos", según el portavoz comunitario.

lunes, 31 de agosto de 2009

Catedra Roberto Bolaño

En donde encontrar las líneas básicas de Bolaño con las que iniciarse en el conocimiento de su persona y de su obra:

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3p3FKHFIOghftz0CA9l6U9teI4MQ3UMtT-vlgcg7R69W5SJM-ZiyZ8FW9duyXBjX_FDJHuD_FKNg-HBYURpcxE1l0dAJj6t31uAXTw-HftLh1Fv7R_iC4eImpfnqqs3dZT4DDqxzK3Ig/s400/bolano_big.gif

domingo, 30 de agosto de 2009

La salud de los que mienten por piedad, Mentiras piadosas, Cortázar, cine

 http://marianoliveros.files.wordpress.com/2009/08/mentiras.jpgSerá un placer ver en el cine lo que tantas veces hemos visto ya en nuestra imaginación.


El cine argentino rescata un cuento -o en realidad varios- del escritor Julio Cortázar en "Mentiras piadosas", opera prima de Diego Sabanés que este jueves llega a los cines del país austral. Decadencia familiar, fantasía o engaño para no desairar a la madre enferma, y la desaparición del hijo más querido se unen en esta comedia dramática con toques de humor negro que protagonizan la actriz teatral Marilú Marini, Victor Laplace, Claudio Tolcachir y Walter Quiroz. El autor de "Rayuela" tuvo ilustres adaptadores en el pasado: Michelangelo Antonioni, Luigi Comencini, Jana Bokova o Manuel Antín.

En "Mentiras piadosas", Pablo, el hijo preferido de Mamá, viaja a París para tocar junto a unos amigos en un cabaret de poca monta. Las semanas pasan y nadie tiene noticias de él. La incertidumbre agrava el frágil estado de salud de su madre, postrada en cama con una enfermedad crónica, por lo que sus hermanos, Jorge y Nora, deciden escribir cartas falsas y enviarle regalos, postergando el regreso. Para reforzar el simulacro, le piden a la novia de Pablo que continúe con sus visitas. Como Mamá la nota triste, le propone adelantar los preparativos de la boda, para apurar el regreso de Pablo. La ficción se ramifica involucrando a otros personajes, mientras la casa va siendo poco a poco desmantelada para afrontar las deudas que generan los envíos de París. Poco a poco el borde entre la ficción y la realidad se va desdibujando.

"La salud de los enfermos" es el principal relato que Sabanés, con la colaboración del veterano Jorge Goldemberg, ha adaptado en éste su primer largometraje."No podía creer que Aurora Bernárdez (viuda y administradora de los derechos de Cortázar) me diera su visto bueno después de leer el guión. Fue muy generosa conmigo", explica el guionista y director en declaraciones a La Nación. "Creo -añade- que mi película escapa al juicio de fidelidad. Me gustan las adaptaciones que toman algo del original y subvierten el resto, pero mi meta era conservar la esencia literaria del escritor".

Autor junto a Dieguillo Fernández del premiado cortometraje "¡Ratas!", Diego Sabanés obtuvo una beca del Fondo Ibermedia para perfeccionarse profesionalmente en España, y allí participó en los rodajes de "Sin noticias de Dios", de Agustín Díaz Yanes, y "El embrujo de Shanghai", de Fernando Trueba. También se ha desempeñado como guionista en televisión y ha escrito y coproducido el documental "Semillas". En 2002 fue seleccionado para el primer Talent Campus del Festival de Berlín.

viernes, 28 de agosto de 2009

Los libros libres de Paulo Coelho, puro márketing

A mi me suena a puro merchandising, estrategia de mercado, publicidad encubierta, etc., ...

Fuente: El Mundo.
El escritor brasileño Paulo Coelho publicó gratis en Internet dos novelas inéditas y una recopilación de textos, ya traducidos a varios idiomas, como un regalo a sus seguidores en el día de su cumpleaños.
"Mi regalo para ustedes en mi cumpleaños", anunció en su cuenta de Twitter el autor de 'El Alquimista', que cumplió 62 años.
Los lectores podrán encontrar las novelas en el blog oficial del escritor, en varios idiomas y en diferentes formatos, desde PDF a la versión adaptada a diversos aparatos digitales de lectura como el Kindle de Amazon, el Sony Reader y el iLiad.
La primera de las novelas, 'El Camino del Arco', traducida a inglés, español, italiano y alemán, cuenta la historia de un arquero que transmite sus enseñanzas a un niño en su pueblo, según la reseña publicada en la bitácora del autor.
Coelho se sirve de la metáfora del tiro con arco para profundizar en ideas como el esfuerzo cotidiano, la superación de las dificultades, la constancia y el valor para tomar decisiones arriesgadas.
Con versiones en portugués e inglés, 'Historias para Padres, Hijos y Nietos' es una recopilación de relatos alegres, sorprendentes y dramáticos, basados en leyendas y cuentos tradicionales de diferentes culturas, y que están dedicados a lectores de todas las edades.
Finalmente, 'Guerrero de la Luz' presenta una colección de textos escritos por el brasileño en Internet, y que están unidos por la búsqueda del "guerrero de la luz" que "cada uno" tiene en su interior, según Coelho.
Estos textos ocupan nada menos que tres volúmenes y se ofrecen al lector en portugués, inglés y francés.
Paulo Coelho es el escritor más popular de Brasil en la actualidad y sus obras, que siempre exploran la espiritualidad del hombre, han sido traducidas y publicadas en decenas de lenguas y de diferentes países.
La última de sus obras en llegar a las librerías fue 'El vencedor está solo', una novela negra ambientada en el mundo de los famosos, publicada en Brasil en 2008, y del que elmundo.es ofrece en primicia su primer capítulo en español.

viernes, 14 de agosto de 2009

La solución literaria del suicidio

C ARLOS Janín Orradre, pamplonés de 1944 y de la Plaza que entonces llamábamos Circular -Príncipe de Viana-, doctor en Filología Románica por Montpellier, ha enseñado literatura en Lyon. Ahora, ya jubilado, reside en Granada y publica aquí este Diccionario del suicidio.


El libro "podría titularse asimismo Los mil y un suicidios, pues puede leerse como una colección de relatos" asegura la contraportada. Tal vez. Pero, según le oí a Jorge Semprún, la manera más imaginativa y sorprendente de leer un diccionario es seguir el orden alfabético de las entradas, en este caso 851 -de Accidente laboral a Zweig, Stefan-, personales casi en el 90 por ciento. Así, el lector informado que se asome a estas páginas puede sufrir un soponcio, cuando encuentre las entradas de Pío Baroja, Cela, Gómez de la Serna, Julien Gracq, Jardiel Poncela, Valle-Inclán, Inma Turbau o Félix de Azúa, éstos dos últimos felizmente vivos y los otros citados no a título biográfico, sino literario, por sus opiniones sobre el asunto. Abundan, desde luego, las voces dedicadas a escritores y escritoras que decidieron quitarse la vida, aunque no lo consiguieran -como Martin Monestier, que durmió tres años en un ataúd y superó tres ruletas rusas, o el mismo J. Conrad, enamorado de doña Rita, quizá la bailarina húngara Paula Horváth/Paula de Somogy,dama del entorno marsellés del pretendiente Carlos de Borbón, VII, según la legitimidad carlista-, referencias ilustres que pueden difundir la idea de que los letraheridos son el gremio más proclive al desarreglo moral -Durkheim dixit(1897), ayudado por su sobrino Marcel Mauss-, origen de este acto definitivo. Claro es que no todos los finales voluntarios son iguales. Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni y Virginia Woolf, suicidas por inmersión -a Schnitzler le rescataron del Rin-, guardan escasa relación con Raúl Gómez Jattin, arrollado en una autopista, María Poliduri, Sylvia Plath, Karoline von Günderode y el peruano JM. Arguedas. La gente de letras no resulta, sin embargo, el colectivo más proclive a este final de la vida, como podría pensar quien lea Suicidas, antología preparada por Benjamín Prado, o Bartleby y compañía de Vila -Matas (2000). Janín aporta datos esclarecedores sobre los profesionales de la Medicina y del Ejército y sobre la adolescencia. Ya Durkheim observó la predisposición de los militares al suicidio, "muy superior a la de la población civil de la misma edad", actitud facilitada por la posesión profesional de armas, como también ocurre con las fuerzas del orden, y las condiciones extremas en caso de guerra. En cuanto a las clases sanitarias, más evidentes que los datos reales es "el fácil acceso a los fármacos y sus conocimientos sobre su uso". Lo dicho de los escritores parece aplicable a pensadores y filósofos, incluidos Sócrates y Cioran. El filósofo griego no se suicidó, stricto sensu, "pero alguien tan entusiasta defensor de la muerte como él tal vez no necesitara el empujón de la sentencia para beber la cicuta"; el rumano sostuvo que suicidarse era cosa de optimistas, y así él murió de viejo. Antes Schopenhauer habípensado que el suicidio demostraba la voluntad de vivir, y lo condenaba.
Palabra moderna
Suicidio, matarse uno a sí mismo, es palabra latina inexistente en latín. Los romanos hablaban de mors voluntaria o de darse la muerte (mortem sibi conciscere), expresiones que, como las usadas en griego, responden más a la idea de morir que a la de matar.
Suicidio es neologismo tardío y de origen británico, según Corominas, que sigue a Moratín -quien lo propagó en castellano-, pero según Ramón Andrés, otro pamplonés (Historia del suicidio en Occidente, 2003), la palabra la habían empleado antes fray Fernando de Ceballos (1772) y J.P. Forner (1792). El DRAE lo incorporó en 1817. Littré,en 1863, aún se resistía a la malformación del vocablo, porque, olvidada la raíz clásica, comporta un doble uso del pronombre reflexivo (suicidarse). Janín remata el asunto con la definición de la OMS: "El acto de suicidarse es un atentado contra la propia persona en un grado variable en cuanto a la intención de morir. El suicidio es el acto de suicidarse con fatal desenlace".
Tabú, delito, derecho
La definición, una pizca tautológica, hurta elementos esenciales, como expone André Comte-Sponville en su Dictionnaire philosophique (2001), no citado por Janín: "Es el homicidio de no mismo. Por eso hay quienes ven en él un crimen. Yo lo considero un derecho (.) Cuidado, sin embargo, con darle más importancia de la que conviene. No es ni una consagración ni un sacramento, ni una moral ni una metafísica. Suicidarse es elegir, no la muerte (no nos cabe tal elección: de todas maneras hay que morir), sino el momento de la propia muerte. Es un acto de oportunidad y no el absoluto que a veces se quiere ver en él (.) Es el atajo definitivo".
Comte-Sponville cita a Montaigne, cuyo razonamiento no es incuestionable: "Así como no ofendo las leyes contra el robo cuando me despojo de mi propia bolsa, ni las vigentes contra los incendiarios cuando quemo mis propios bosques, así tampoco violo las leyes contra el homicidio, si me quito la vida". Sabido es que Montaigne, como antes Juan del Encina, resulta más libre y heterodoxo que la Enciclopedia, que condena el suicidio directo y el indirecto y se sitúa más cerca del tomismo que de los estoicos antiguos y aun de penalistas contemporáneos como Beccaria y Filangieri, que excluyen de la legislación toscana el delito de suicidio. Éste es un tabú en el cristianismo, el islam y el judaísmo, como explicó Hannah Arendt, pese a los variados ejemplos que ofrece la Biblia. En cuanto al Corán, lo define como el peor pecado.
Libro interesante, con tono diferente -a veces irónico, a ratos impersonal, según corresponde a un diccionario-, alguna contradicción y entradas en ocasión redundantes. Así, no se entiende bien por qué las de alcohol, arsénico, cicuta, láudano y veronal no van incluidas en la de envenenamiento. Por cierto, el veronal "en fuertes dosis es de efecto mortal y puede utilizarse tanto para el asesinato como para el suicidio" (sic). Como los demás, supongo.

jueves, 13 de agosto de 2009

Mario Luna y Sex Code encabezan la no ficción

LIBROS - SEX CODE: EL MANUAL PRACTICO DE LOS MAESTROS DE LA SEDUCCIONMario Luna y Sex Code encabezan en estos días las listas de libros más vendidos de no-ficción que es como se llaman los libros que se centran en temas humanos, sociales, políticos, económicos, generacionales, relacionales, culinarios, de autoayuda, de cocina, ... Un amplio espectro de temas como se ve. Los de ficción son de ficción, supongo yo que porque los personajes que se explican en ellos no están en la calle esperándonos para tomar unas limonadas.

Pero quíen es Mario Luna es algo que desconozco. Mi mundo no es su mundo, deduzco. Echo mano de internet y encuentro este vídeo:



Así que he descubierto que es un maestro de la seducción. Y su magisterio se encuentra en este libro que puedes comprar en la casa del libro por veintitantos euros

O que lo puedes leer tranquilamente en tu e-book si abres esta página y ...

Si quieres disfrutar con humor de este tema dale al play:

Recomendaciones de libros en los blogs, otras listas

Lo que hace Antonio en su artículo es otra lista de los más "leídos" que no vendidos. Eso se deja para los economistas y los que viven del papel y no del goce lector. Los que vivimos de lo que disfrutamos leyendo necesitamos unas listas que vayan de boca a oreja y a poder ser sin necesidad de pasar por caja. Los intermediarios en el tema de libros son mucho peores que los intermediarios del campo. Los derechos de autor son ridículos y un blog es 100 veces más rentable que cualquier libro en papel.  Escucha bien las sugerencias de Antonio:


ANTONIO BORBÓN | LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

La crítica online marca tendencia, cada vez más son los usuarios de internet que tienen un blog o una bitácora, donde periódicamente anotan sus opiniones de todo en general y de nada en concreto. Según un estudio de la Fundación Orange el "universo blog" se ha afianzado en la sociedad española. Otro rasgo que resalta el estudio es la consolidación de los blogs no sólo como "diario personal en la web", sino también como medio de información. Los blogueros, una gran mayoría (77,8%), llevan dos o menos años tomándole afición a esta nueva modalidad de escritura, lo que indica la novedad del fenómeno en España. Uno de los blogs más leídos del mundo literario es: El Boomeran(g), blog gremial en español editado por la Oficina del Autor, que agrupa los blogs de autores como José Saramago, Vicente Verdú, Sergio Ramírez, Marcelo Figueras, Edmundo Paz Soldán, Jorge Eduardo Benavides, Iván Thays, Rafael Argullol, Félix de Anzúa, Vicente Molina Foix, Clara Sanchéz, etcétera.

Navegando por la blogosfera -el término fue acuñado en 2002 por William Quick para sintetizar el conjunto de blogs agrupados bajo algún criterio específico: localización, temática, idioma- he elaborado una lista con los libros que los blogueros, acreditados y desconocidos, recomiendan para leer durante el verano. Me permitirán que empiece por José Saramago, quien en su blog (http://cuaderno.josesaramago.org) no escatima elogios para lo que él llama su "familia de espíritu", esto es: "Fernando Pessoa, porque la puerta por donde se llega a él es la puerta por donde se llega a Portugal (ya teníamos a Camôes, pero todavía nos faltaba un Pessoa), Kafka, porque demostró que el hombres es un coleóptero, Eça de Queiroz, porque enseñó la ironía a los portugueses, Jorge Luis Borges, porque inventó la literatura virtual, y, finalmente, Gogol, porque contempló la vida humana y la encontró triste". De Saramago, Alfaguara ha publicado recientemente El cuaderno.

Corta como acostumbra, pero variada y venturosa, es la lista del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán (http://www.elboomeran.com/blog/117/rio-fugitivo-blog-de-edmundo-paz-soldan) que nos llega de la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York: "Este junio lluvioso en Ithaca está siendo un mes de escritura y lecturas y películas y música. Aquí, sin orden particular alguno, una lista de cosas que me han impactado. Flannery O´Connor: Sangre sabia (un exceso de predicadores freak: estamos en territorio Southern Gothic); Michael Connelly: El poeta (un thriller impecable sobre un asesino serial que homenajea a Poe); Natalia Ginzburg: El camino que va a la ciudad (para aprender que una historia microscópica, bien contada, puede contener al mundo); Sam Raimi: Drag Me To Hell (terror, y del bueno, con maldición gitana incluida)". La película de Raimi se estrenó la semana pasada en España con el título de Arrástrame al infierno.

El verano es una época para leer y, sobre todo, releer, como constata Marcelo Figueras en su blog (http://www.elboomeran.com/blog/4/marcelo-figueras): "Terminé de leer una novela que comencé a releer de inmediato. Se llama Meridiano de sangre [Mondadori], de Cormac McCarthy, y es la primera obra maestra contemporánea que he leído desde Las aventuras de Augie March, de Saul Bellow; un relato que sin duda alguna se instalará más temprano que tarde entre los más grandes de la literatura, junto a Moby Dick y El corazón de las tinieblas, de los cuales en más de un sentido es tributario. Como tantos otros, yo empecé a leer a McCarthy por sus obras más recientes: No es país para viejos y La carretera. [...] Leer Meridiano de sangre lo pone a uno en trance. A mí me ha pasado tan sólo con una manojo de autores y de libros, que me mueven a levantarme de la silla y leer en voz alta como quien pronuncia un conjuro... Shakespeare. Una buena traducción de La Biblia. Bellow. Moby Dick. Conrad. No mucho más".

Best sellers

Pero no sólo de clásicos vive el bloguero durante el periodo estival. Con los primeros calores, ya se sabe, los best sellers tienen un sitio en el bolsillo, la mochila o la guantera del coche. Entre los más comentados en la red está El nombre del viento (Plaza & Janes), de Patrick Rothfuss, cuyo protagonista es un hombre que ha "recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar siquiera de día". En el sitio web http://www.nerkinet.com, una bitácora escrita por dos hermanos, la novela de Rothfuss no tardó en circular de uno a otro, manteniéndolos despierto toda la noche: "Siempre recuerdo con gusto esos momentos en los que me digo que sólo leeré 10 minutos y a dormir, cuando sé que estoy deseando terminar unos cuantos capítulos. Sin ir más lejos con este libro me pasó algo curioso. Llevaba cerca de una semana que no avanzaba mucho con el libro por tener demasiadas cosas en la cabeza. Un día, un poco más tranquilo, me puse a leer los 10 minutos de rigor. Para cuando quise darme cuenta me había leído 400 páginas del tirón".

Con mucha más tranquilidad se tomó el bloguero del sitio web http://www.elhojeador.com el tercer volumen de la trilogía Millenium, La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino), de Stieg Larsson: "En este último, se intentan aclarar todos los problemas que surgen en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y que se quedaron sin resolver, razón por la cual, es tremendamente parecido al segundo. [...] He agradecido bastante el cambio de ritmo del libro, creo que no es tan frenético como el anterior, no sé si realmente es así o que, como son tan parecidos, ya estaba acostumbrada... pero La reina se lee con mucha más tranquilidad, por lo menos hasta casi llegar al final; en el anterior se suceden los hechos a una velocidad vertiginosa y hay tantos giros argumentales que a uno le cuesta seguir con su vida normal sin tener unas imperiosas ganas de salir pitando a casa a seguir leyendo".

Si hay alguien que no puede parar de leer, sobre todo la última novela de Stephen King, Duma Key (Plaza & Janés), ése es sin duda el responsable del sitio web hptt:/nopuedoparardeleer.blogspot.com: "En Duma Key, King mezcla ciertos elementos que recuerdan a otras obras anteriores, un cóctel que hace de ésta una novela muy interesante. Tal y como le ocurre a John Smith en La zona muerta, o a Paul Sheldon en Misery, en Duma Key un terrible accidente lleva a Edgar Freemantle al borde de la muerte. Quizá sea esta experiencia próxima a la muerte la que despierte en él cierto don para la pintura, ya que poco a poco descubrirá el poder sobrenatural de sus dibujos (¿recordáis El retrato de Rose Madder?). Tanto si sois seguidores de King como si no, esta novela os engañará desde el principio". Si bien todavía hay quienes siguen discutiendo sobre el talento y la calidad de la obra de King, desde el sitio web hptt:/ellugardelofantastico.blogspot.com nos aseguran que ha llegado "el momento de dejar de discutir y comenzar a leer. Y Duma Key es una excelente opción".

Un lector tiene a veces intuiciones absolutamente fiables. Una de las pocas intuiciones del bloguero del sitio web hptt:/elbarzal.blogspot.com fue La soledad de los números primos (Salamandra), de Paolo Giordano: "Me compré el libro ayer mismo porque no tenía una triste novela que echarme al cuerpo, y no se puede sobrevivir sólo con esos clásicos de antes de dormir que se van acumulando en la mesilla: relecturas, poesía de cabecera... Cuando lo vi, despertó en mí cierta contradicción, porque me sonaba a uno de los fijos en las listas de los más vendidos y eso siempre me hace recelar pero, en cambio, me atrajo sobremanera su título: La soledad de los números primos. La asociación de emociones a conceptos matemáticos debía ser parte del reclamo editorial, pero surtió efecto y me lo llevé de la mesa de novedades. Ni sé ni querría hacer una reseña (qué horror) y lo mejor que se me ocurre decir sobre un libro es que me ha gustado. El grado de satisfacción se puede deducir de la velocidad de la lectura, y éste empecé a leerlo después de comer y lo acabé antes de ir a dormir. Así que, sí, me gustó".

Decía Roberto Bolaño que "hay libros que inspiran miedo. Miedo de verdad. Más que libros parecen bombas de relojería o animales falsamente disecados dispuestos a saltarte al cuello en cuanto te descuides". Esta experiencia la ha tenido el bloguero del sitio web hptt:/lasombradegrumm.blogspot.com con Nocturna (Suma de Letras), de Guillermo del Toro y Chuck Hogan: "El arranque de la novela es tremendo. Hogan y del Toro te mantienen pegado a la historia a base de tensión y desconcierto; una catástrofe singular e imposible que, poco a poco, va adquiriendo tintes apocalípticos. [...] Si Drácula llega a Londres en barquito, el Amo llega a Manhattan en un avión y, como ya sucediese en la novela de Stoker, no deja bicho viviente en el avión. Consecuencia, que cunde el pánico en el aeropuerto. Los cadáveres no muestran signos de violencia, están tranquilamente sentados en sus asientos y todas las ventanillas y compuertas del avión permanecen cerradas y atrancadas. Al menos hasta que una pequeña trampilla se abre y a Ephraim Goodweather, un médico especializado en crisis bacteriológicas, le toca la agradable tarea de adentrarse en la boca del lobo".

La editorial Anagrama ha publicado en un volumen las cinco novelas protagonizadas por Tom Ripley, el camaleónico personaje creado por Patricia Highsmith. Ripley nació en A pleno sol, en 1954. Entonces tenía 25 años. Si aún permaneciera con vida, tendría 80 años recién cumplidos, como bien lo ha recordado el escritor James Campbell en una nota publicada en The New York Times, que evidencia la lectura obsesiva de su saga: A pleno sol, La máscara de Ripley, El amigo americano, Tras los pasos de Ripley y Ripley en peligro. No existe mejor ocasión para celebrarlo que llevarse el libro de Ripley a la playa. ¿Por qué genera tanta atracción Tom Ripley, un serial killer que no necesita recurrir a las extravagancias y la casquería de Annibal Lecter? Porque, como recuerda el bloguero del sitio web hptt:/ciertagente.blogspot.com, prefirió ser un asesino antes que un don nadie. Ripley "es ese niño que derrama jugo sobre la mesa y emprende una acción enrevesada para ocultarlo: tumba la tetera, rompe el plato, incendia la mesa y arrasa con la casa entera".

Highsmith dijo en una ocasión que la novela policíaca más sangrienta era una broma al lado de cualquier libro de cocina. Claro que entonces el escritor irlandés John Connolly no había escrito ningún de los siete títulos de la serie del detective Charlie Parker: Todo lo que muere, El poder de las tinieblas, Perfil asesino, El camino blanco, El ángel negro, Los atormentados, y la que acaba de publicar Tusquets, Los hombres de la guadaña, que ha hecho que sus seguidores se froten las manos de puro contento, especialmente el bloguero del sitio web hptt://www.labitacoradeltigre.com: "Lo más destacable para los aficionados a la serie del ex detective Charlie Parker (aquí desposeído de su licencia y de su permiso de armas, y obligado a ganarse la vida como camarero en un bar de Portland) es que el autor ha cedido el protagonismo de la historia a Louis y Ángel, amigos, ayudantes de Parker y, seguramente, una de las parejas homosexuales más inquietantes y peligrosas de la historia de la literatura. Los hombres de la guadaña constituye el reverso de la mayor parte de las novelas de la serie, puesto que en ella no son Louis y Ángel los que intervienen para ayudar a Parker, sino justo al revés; de hecho, el detective apenas aparece en la trama, salvo para ayudar a sus amigos en lo que parece una encerrona".

miércoles, 5 de agosto de 2009

La literatura argentina actual, sus nombres y sus obras

Perpetuo florecer de la literatura argentina

ANTONIO JIMÉNEZ MORATO 01/08/2009
Todos los lectores atentos llevan una temporada fijándose en lo que sucede en Argentina. Quizás tan sólo de México, con más del doble de población , están surgiendo tantos narradores interesantes. A lo largo de la última década se ha normalizado en España la situación editorial de Piglia, Aira y Fogwill, las grandes referencias de los narradores argentinos de hoy. Sirva como ejemplo la publicación de la excelente nouvelle perdida -se supone que fue escrita a finales de los setenta y dormía en un almacén de originales nunca publicados - de Fogwill Un guión para Artkino, sobre una Argentina gobernada por una dictadura socialista en la que un escritor recibe el encargo de su vida: un guión para la gran productora cinematográfica moscovita Artkino. Más allá de una revisión de la distopía orwelliana, se trata de una excelente aventura estilística donde se funde la narración íntima con la retórica marxista.
Esta presencia habitual de los grandes autores argentinos ha venido acompañada de la recuperación de libros de escritores que, aunque fundamentales, no se encontraban en las librerías, como el malogrado Rodolfo Walsh, y de la presentación de algunos de los más destacados representantes de la generación siguiente como Fresán, Pauls, Tabarovsky o Chejfec. En estos meses ha aparecido un nutrido número de nuevos libros que, además, permitirán conocer a autores nuevos, que vivieron su niñez entre la dictadura y la guerra de las Malvinas y han sufrido de primera mano los efectos de la crisis del corralito en su madurez. Quizás un ejemplo paradigmático de esta nueva generación sea la del escritor hijo de desaparecidos de la dictadura, como es el caso de Félix Bruzzone, autor de un libro de cuentos, 76, y una novela, Los topos, y editor de Tamarisco, que se ha convertido en una de las más firmes realidades entre los jóvenes escritores argentinos.
Hay un diagnóstico claro: en Argentina está pasando algo muy importante para la narrativa en castellano, pero, ¿qué exactamente? En un ensayo fundamental, Literatura de izquierda -sólo se puede conseguir en España mediante la importación-, Damián Tabarovsky ofrecía un diagnóstico iluminador sobre el caso: la crisis económica argentina favoreció que editores y escritores optaran por la Academia frente al Mercado. Justo lo contrario a lo sucedido en España, por ejemplo. Aunque hay muchísimas obras de escasa calidad rondando por las librerías porteñas, el negocio sigue siendo limitado y hay pocas posibilidades de hacerse rico escribiendo. La única manera de exportar es seguir el sendero de la calidad. Un autor sólido es el argumento idóneo para convencer a los grandes grupos editoriales en castellano, ubicados casi siempre en España, y a los traductores, sobre todo a las empresas francesas, que siguen simbolizando el parnaso cultural para los argentinos. En ese sentido parece vigente el sueño de replicar el trayecto de la obra de Borges: el éxito de sus libros en Francia le catapultó a la fama mundial. Si las agencias de publicidad y las productoras audiovisuales están llenas de creadores argentinos, era cuestión de tiempo que las editoriales abrieran las puertas a una nueva generación de autores que están trastocando el panorama de la literatura.
En La joven guardia, Maximiliano Tomas ha reunido a veintitrés autores que rondan la treintena. Todos tienen como mínimo un libro publicado -algunos muchos más-, y en todos se aprecia una voluntad de acercarse a la calle, de huir de los claustros universitarios y la teoría literaria en la que se movía la generación anterior. Juan Terranova, uno de los más activos escritores de este grupo -preparó la recopilación Buenos Aires 1:1 para Entropía-, ya ha buscado un nombre para bautizar de manera solemne a sus coetáneos: la Generación del Bicentenario, aprovechando que el año próximo se conmemorará la Revolución de Mayo con la que se inició el proceso de emancipación de la corona española. Una preocupación por la Historia que se aprecia en la portentosa El comienzo de la primavera, de Patricio Pron, ganadora del Premio Jaén de Novela. Por otro lado, Diego Grillo Trubba, otro recopilador contumaz -ha reunido varias colecciones para Mondadori Argentina- y licenciado en Sociología, huye en cambio de esas opiniones y afirma que sus colegas muestran el hastío del pueblo argentino por su clase política. Un cansancio que encuentra su metáfora casi perfecta en Opendoor, la primera novela de Iosi Havilio, narrada por una protagonista de la que se desconoce casi todo, incluso su nombre, y que gravita sobre la nada, sobre la ausencia de acontecimientos o la anestesia que provoca el exceso de los mismos, y que ha cautivado a la crítica calificándola de sorprendente y seductora. O la brutalidad explícita y descarnada de la novela de Carlos Busqued Bajo este sol tremendo, donde la violencia y sus efectos aparecen sin ningún tipo de explicación que las atenúe. Lo que sí se puede comprobar sin problema es la constante comunicación entre los autores -casi todos administran blogs y acuden a cuantiosos encuentros y recitales juntos- y la conciencia de ser una alternativa clara y explícita a la generación anterior.
Lo que sorprende, en cualquier caso, a todo lector español es que esa renovación literaria cuente con autores de todas las edades. Quizás el caso más llamativo sea el de Aurora Venturini, que con chenta y cinco años ganó el Premio Nueva Novela del diario Página 12 con el libro Las primas. El jurado, con Fresán y Pauls entre otros, no terminaba de decidirse ante el miedo de que se tratase de alguna broma de Aira o algún otro escritor con ganas de juerga. Pero resultó que no, que la novela que dinamita casi todas las convenciones narrativas y estilísticas era obra de una anciana que fue amiga de Perón, tenía más de treinta libros publicados y ya en 1948 recibió un premio de las manos de Borges. Lo más importante es que en las entrevistas nunca ha dudado en asegurar que ella es una nueva autora porque todavía tiene ganas de aventurarse al escribir. Unos riesgos que también asume Hebe Uhart, con 73 años, en su reciente libro de relatos Turistas, lleno de historias humildes que se expanden tras su lectura. Fogwill, poco dado a elogios, la considera la mejor escritora argentina.
O desde todos los terrenos de la narración. El que posiblemente suene más al aficionado al cine sea Sergio Bizzio. De un cuento suyo surgió la película de su pareja, Lucía Puenzo -también escritora y que llevó al Festival de Málaga su última película, El niño pez-, XXY, y de otra de sus novelas, Rabia, prepara Guillermo del Toro una adaptación. Pero es que la potencia de la narrativa de Bizzio bebe del cine y del libro, incluso de la televisión: Realidad cuenta un asalto televisado de un grupo terrorista islámico a la emisora del programa Gran Hermano. La telerrealidad manipulada se convierte así en una metáfora de los mecanismos de la literatura para dialogar con la realidad. Diálogo que domina otra novela suya, Era el cielo, que se inicia con la impactante escena de un guionista que presencia la violación de su mujer.
Se hace evidente así el constante y eterno Mayo de la literatura argentina.

martes, 4 de agosto de 2009

Síntesis cultural de El Principito:un libro clave en nuestras vidas

María del Carmen Rodríguez el 03 Agosto 2009 en Kiosko del Mundo

EL PRINCIPITO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO (Magazine, El Mundo, España).
Si las personas fuésemos libros, la mayoría de españoles dice que sería El principito. Sesenta y seis años y 80 millones de copias vendidas después de su publicación, el relato de Saint-Exupéry aún fascina a generaciones de lectores. Su canto a la imaginación, su espíritu, precedente de lo que hoy llamamos autoayuda, y un lirismo, para sus también muchos detractores, cursi, lo explican. Un libro reciente desvela algunos de sus secretos.
SILVIA GRIJALBA
La Biblia, el Corán, El capital y El principito han estado durante años en los primeros puestos de la lista de los libros más vendidos en el mundo. La religión, el materialismo y los ideales. Los tres pilares que mueven a los seres humanos. La particularidad de El principito es que puede encontrarse en la estantería de los que tienen El capital en su despacho y en la de quienes guardan en la mesilla un ejemplar de la Biblia o el Corán. Desde que se publicó, en 1943, se han vendido 80 millones de ejemplares y ha sido el libro de cabecera de millones de personas que ven en él un pedazo de su infancia, y una lírica de tintes filosóficos (siempre positivos), cercana a lo que ahora puede llamarse un libro de autoayuda. Por supuesto, también tiene detractores, que tachan esta obra de ñoña.
Este cuento metafórico de un niño que vive solo en un planeta diminuto y del que cada cual cuenta una versión distinta del argumento porque es un relato metafórico, casi un oráculo, nunca deja de estar de actualidad. Cuando no se anuncia una posible serie de televisión, se descubre la identidad del piloto que abatió en 1944 el avión de guerra que pilotaba su autor, el francés Antoine de Saint-Exupéry, y que lo mató a la edad de 44 años. Últimamente está especialmente de moda por una serie de noticias sobre él, pero también por esa defensa de la ecología y esos consejos que ofrece. Sin olvidar que lo que propugna es el triunfo de la imaginación, un recurso esencial para estos tiempos. El año pasado, la Escuela de Escritores organizó una encuesta preguntando por “el libro que serías si las personas fuéramos libros”, y El principito encabezó el ranking, seguido de Rayuela (Julio Cortázar) y Cien años de soledad (Gabriel García Márquez).
CRÍTICA A LA SOCIEDAD ADULTA. Recientemente, se ha descubierto un manuscrito, valorado en 300.000 euros, donde Saint-Exupéry cuenta la experiencia que vivió en 1935, cuando su avión tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en el desierto de Libia. Un hecho que sirvió de inspiración para El principito. Este hallazgo coincide con la publicación del libro La verdadera historia de El principito, donde se desvelan algunos aspectos muy íntimos de Saint-Exupéry y de la gestación de este libro.
¿Por qué gusta tanto El principito? Raquel Gisbert, editora de Temas de Hoy, del grupo Planeta, considera que el libro consigue dos elementos que, así vistos, es lógico que atraigan a todo el mundo: la infancia perdida y la Verdad con mayúsculas. “A las culturas herederas de la Ilustración, como la francesa o la española, nos quedó una impronta muy marcada sobre las teorías rusonianas. Rousseau consideraba que el hombre es bueno por naturaleza, es decir, que nace bueno y que, sin embargo, en contacto con la sociedad, su conocimiento innato se mancilla y enturbia”, comenta.
“El pequeño príncipe”, prosigue, “es ese niño rusoniano que todos hemos perdido y que, por supuesto, todos hemos aprendido a anhelar: parece que de sus palabras emana un conocimiento ancestral, nos revela la Verdad que nuestros oídos están preparados para escuchar, esa que desde tiempo inmemorial se ha convertido en la gran búsqueda del hombre. En ese sentido, es una crítica a la sociedad adulta y, por tanto, propone una reflexión sobre los valores sobre los que se asienta cualquier comunidad sólida: la responsabilidad, la amistad, la fraternidad, el amor, la eternidad de las cosas pequeñas, lo superficial como perecedero”.
Según Alain Vircondelet, biógrafo de Saint-Exupéry y autor del recién publicado La verdadera historia de El principito (Roca Editorial), su éxito en una época convulsa como la de los años posteriores a la II Guerra Mundial tiene que ver con la tesis de Gisbert y, desde luego, explica que haya llegado a los lectores de todas las generaciones. “En esos años trágicos”, dice en el libro, “en los que la Historia parece firmar el fin del Hombre, Saint-Exupéry sólo tiene una idea: afirmar la verdad del amor”.
En ese mismo libro se habla de que el personaje es, en el fondo, la combinación de distintos héroes de cuentos de todas las civilizaciones. “La figura de El principito es el fruto casi sincrético de varios niños procedentes de cuentos extraídos de la literatura universal, tanto europea como árabe, por ejemplo, y que también se enriquece con detalles tomados de su entorno”, anota Vircondelet, quien también mantiene que los pasajes donde que el principito cuida a la rosa a la que al principio no hacía caso son una metáfora de su relación con su esposa Consuelo, parte esencial de su vida y de su obra.
ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO. En ese mensaje de amor y bondad también ahonda la filóloga de la UNED Alicia Mariño, gran admiradora de este personaje y estudiosa del tema: “Saint-Ex (como lo conocen en Francia) vivió entre la tierra y el cielo. Y en ese lugar etéreo donde flotan los sueños se sitúa El principito. Un cuento filosófico en la línea más depurada de la tradición francesa, un relato metafórico que acoge la alegoría, y donde su autor, escritor/aviador, resucita temas eternos como el amor, la amistad o la muerte. De la mano de la imaginación, las palabras del principito, arropadas por la belleza de la sencillez, adquieren la categoría de preceptos para asegurar una estancia gratificante en el planeta de la vida, que algo tienen que ver con aquel Candide de Voltaire que nos aconsejaba ‘cultivar nuestro jardín’”.
Efectivamente, este relato tiene diversas lecturas. Los más pequeños pueden quedarse en lo superficial, en cómo un sombrero puede ser realmente una boa que se ha comido un elefante, y los mayores ir más allá y entender las metáforas sobre la necesidad de cuidar el planeta y a los seres queridos, lo ridículo que es juzgar a los demás por su aspecto (acordémonos del Astrónomo) o lo importante que es la amistad.
La escritora Espido Freire, que acaba de publicar el libro Hijos del fin del mundo (Imagine Ediciones, Premio Llanes de Viajes), explica cómo ella ha ido enamorándose y descubriendo El principito a lo largo de toda su vida. “El primer fragmento que leí fue el del cordero”, recuerda. “Ni siquiera figuraba en un libro mío, sino en uno de mi hermana. Luego, el libro de lectura incluía otros: el del sabio que había inventado una píldora para la sed, o la escena del principito y la serpiente. Algunos años más tarde lo leí, conmovida, y todavía más años más tarde, un caluroso verano, me encontré en una barbacoa de amigos con una niña inquieta a mi cargo”.
“Desesperada, intenté entretenerla con las malas artes que tantos años de niña y de cuidadora de niña me habían dado”, continúa. “Antes de que me enterara, me encontré dibujándole un cordero dentro de una caja. Sus hermanos se acercaron, cada cual dibujando su cordero, cojo, jovencito, entrañables corderitos trazados sobre la arena del jardín trasero. Así es la literatura: entrañable, dulce, eterna, útil”.
El presentador de televisión y autor de la novela Que sea la última vez que me llamas Reina de la Tele (Martínez Roca) Maxím Huerta, reconoce que no apreció la obra hasta que fue mayor. Actualmente, colecciona ejemplares en varios idiomas.
“Todo el que no quiera perder su infancia debe leer y amar esta historia”, afirma. “El principito es ese libro que te obligan a leer cuando eres pequeño y que no entiendes por mucho simbolismo que le vean los adultos. A los niños no hay que domesticarlos ni hablarles de rosas, de otros planetas, de zorros que hablan…: ellos ya hablan con sus amigos imaginarios, ya sueñan con otros planetas y piensan que son alcanzables”.
Esa capacidad para cautivar que sólo tienen algunos cuentos es algo innegable en El principito y sus dibujos, unos trazos que, según cuentan en el mencionado La verdadera historia de El principito, parecen inspirados en una especie de autorretratos que hizo Consuelo, la mujer (oficial, porque Saint-Exupéry tuvo varias amantes a lo largo de su vida) del escritor y que le sirvieron de inspiración para crear a ese niño con el pelo levantado, con un aspecto intemporal.
Pero como bien coinciden en señalar tanto la editora Raquel Gisbert como la escritora Ángela Vallvey, en el éxito masivo de la obra también influyó la muerte de Saint-Exupéry, en acto de combate durante la II Segunda Guerra Mundial. Su autor era una estrella del momento.
Vallvey, finalista del último Premio Planeta por su Muerte entre poetas, confiesa su envidia por Saint-Exupéry en esta obra en concreto. “Me gusta El principito”, asegura. “Es el tipo de historia que cualquier escritor querría haber firmado: tiene el encanto de la sencillez que oculta una sutil profundidad; de la originalidad, tan escurridiza siempre; y de la universalidad, porque ha atravesado varias épocas de la convulsa historia del siglo XX y la fascinación que despierta continúa intacta en el XXI”.
CURSI Y MONÁRQUICO. Pero no todo el mundo tiene la misma opinión. La crítica que se oye con más frecuencia es la de que Saint Exupéry escribió una versión idealizada de la infancia. El escritor y músico (de Siniestro Total, entre otros proyectos) Julián Hernández pertenece a ese grupo de detractores. “La inocencia de los niños”, comenta, “es una de esas leyendas urbanas que aún quedan por desmontar. A Miró le costó mucho encontrar un lenguaje plástico que muchos consideran fácilmente reproducible por un niño, pero eso es otra falacia. El principito es cursi y monárquico (por lo tanto jerárquico y hereditario). Y Occidente salió de las tinieblas cuando la res publica (la república) se hizo fuerte”.
Julián Hernández siempre ha sido vehemente en sus opiniones… En el otro bando, en el de los que admiran la novela de Saint-Exupéry, milita la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín. Escuchándola, parece claro que la ambigüedad y ese carácter sugerente, de oráculo, que tiene todo libro metafórico se dan en esta obra más que en ninguna.
“De El principito recuerdo su recorrido por varios planetas, conversando con diversos personajes absurdos a los ojos de una niña”, explica. “Especialmente, su encuentro con el hombre de negocios, empeñado en contar ‘cositas que brillan’ para que fueran de su propiedad y poder seguir comprando más si conseguía venderlas. Lo que contaba eran estrellas. ‘Las personas grandes son muy extrañas’, concluía el pequeño príncipe. ¡Hay tantas ocasiones en las que recuerdo ésa y otras lecciones del delicioso principito!”.
APOYOS
MAXIM HUERTA. Periodista. Utiel (Valencia), 1971. “Es ese libro que te obligan a leer cuando eres pequeño y que no entiendes por mucho simbolismo que le vean los adultos. Pero todo el que no quiera perder su infancia debe leer y amar esta historia”.
ESPIDO FREIRE. Escritora. Bilbao, 1974. “El primer fragmento que leí fue el del cordero. Años más tarde, un caluroso verano, me encontré en una barbacoa de amigos con una niña inquieta a mi cargo. Antes de que me enterara me encontré dibujándole un cordero dentro de una caja”.
ÁNGELA VALLVEY. Escritora. San Lorenzo de Calatrava (Ciudad Real), 1970 . “Es el tipo de historia que cualquier escritor querría haber firmado: tiene el encanto de la sencillez que oculta una sutil profundidad; de la originalidad, y de la universalidad. Ha atravesado el convulso siglo XX y la fascinación que despierta continúa intacta en el XXI”.
…Y ALGUNAS CURIOSIDADES:
-La Oreja de Van Gogh tomó de esta obra la frase “Lo que hace bello al desierto es que guarda agua en su interior”, de su canción Dicen que dicen.
-Richard Burton ganó un Grammy en 1974 por la grabación de un disco como narrador de El principito.
-En el capítulo 5 de la cuarta temporada de Perdidos, hay referencias a El principito que sólo los estudiosos de la serie han captado.
-Hay un museo dedicado al libro en Hakone (Japón).
-El cantante británico Morrisey sale leyendo el libro en el vídeo de su canción Suedehead.
-Los coleccionistas no se ponen de acuerdo sobre el número exacto, pero se sabe que el libro se ha traducido a más de 180 lenguas y dialectos.
-En 2005 se tradujo al toba, una lengua indígena argentina. Es el único libro que se ha traducido a ese idioma después de la Biblia.
LAS “PRINCESITAS” DE SAINT-EXUPÉRY… A pesar de estar casado, Antoine de Saint-Exupéry mantuvo relaciones con muchas mujeres, desde simples amigas a amantes conocidas por su esposa. Algunas tuvieron su importancia en la génesis de El principito.
-Consuelo de Saint-Exupéry. Artista salvadoreña con quien el escritor se casó en 1931. Mantuvieron una relación tormentosa, pero ella es la rosa de la que dice el pequeño príncipe: “¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saber amarla”.
-Annabella. Actriz y esposa de Tyrone Power. Se conocieron en 1935, en el rodaje de una película de la que el escritor fue guionista. Durante la escritura de El principito, Saint-Exupéry la telefoneaba constantemente para leerle cada nuevo capítulo.
-Hedda Sterne. Pintora de origen rumano a la que conoció en Nueva York. También escuchó por teléfono páginas y páginas del libro. Presumió de ser quien empujó a Saint-Exupéry a ilustrar él mismo el libro, un mérito que también pretenden anotarse muchas otras personas del entorno del francés.
-Silvia Hamilton. Joven y atractiva periodista a cuyos encantos sucumbió el escritor, entre otras razones, por sus maternales cuidados. En su casa completó buena parte del libro.

domingo, 2 de agosto de 2009

Así es la novela negra

EVOLUCIÓN DE LA NOVELA NEGRA: DEL DETECTIVE DURO AL MONSTRUO EDUCADO 
1. El nombre de la cosa
Resulta imposible definir o, siquiera, establecer límites a la novela policial.
Esta imposibilidad se deriva de dos aspectos que han venido acompañando al género desde su nacimiento:
a)     El caos terminológico resultante de denominaciones diferentes en lenguas diferentes.
b)     La variedad del contenido de las historias que cuenta.
Para empezar, el término “policial” merece alguna aclaración: hace algunos años, en español se prefería el término policíaco, proveniente del francés policier. No obstante, en Argentina, Borges y Bioy Casares[1] y, en España, Javier Lasso de la Vega[2] prefieren la denominación policial, que se ha hecho hoy la más común.
Tanto policíaco como policial, son dos palabras poco ajustadas para relatos en los que lo “policial” está, la mayor parte de las veces, muy lejos de su contenido. Con mayor propiedad hablaríamos de novela delictiva si no fuera porque el delito está, a su vez,  presente en una enorme cantidad de novelas que se resistirían a ser catalogadas como “policiales”.
A partir de esta precisión convendría decir que el género nace sin ninguno de estos términos.
Sin necesidad de remontarse (como es costumbre en casi toda aproximación al género) a Las mil y una noches o al Zadig, de Voltaire, el género, en su forma moderna, aparece con cuatro relatos de Edgar Allan Poe (1809-1849): El asesinato de Marie Roget, Los crímenes de la Calle de la Morgue, La carta robada y Tú eres el hombre.
En ellos el protagonista no es un policía, sino un amateur (aún sin el nombre de detective) fanático de la reflexión y cuyas aventuras intelectuales están narradas por un amigo innominado, prefigurando así al doctor Watson.
El género alcanza la madurez con Arthur Conan Doyle (1859-1930) y su Sherlock Holmes, protagonista de cuatro novelas y 56 relatos breves (lo que los holmesianos llamamos el canon).
Los cuentos de Holmes fijan los elementos que se convertirán en el paradigma de este tipo de relatos que irán poco a poco complicándose y depurándose hasta convertirse en lo que se ha dado en llamar novela-problema:
·         Un detective privado.
·         Un problema aparentemente insoluble.
·         Una solución racional que excluye elementos sobrenaturales.
Con el tiempo, se desarrollan, se recrean y se combinan hasta la extenuación esos elementos:
El detective privado de nacionalidades, llamémosle exóticas: Poirot (belga), Charlie Chan (chino hawaiano); de aficiones curiosas: Nero Wolfe (cultivador de orquídeas); de profesiones curiosas: Ellery Queen (escritor de novelas policiales), Gilles Gott (profesor de literatura); con minusvalías: Max Carrados (ciego); etc.
El problema (el crimen) alcanza variaciones verdaderamente sorprendentes: la habitación cerrada (Hasta que la muerte nos separe, de J. Dickson Carr), el submarino (una situación en la que el número de sospechosos es obligatoriamente reducida y cerrada), la desaparición a la vista de varias personas, etc.
Lo único que queda inalterado es (con alguna excepción sin importancia) la solución racional del problema.
El mundo de esta novela-problema es, hablando en términos generales, el de los diletantes: clases altas, mansiones lujosas, crímenes refinados…
Se trata de una novela en la que el juego intelectual predomina sobre cualquier otra consideración.
Aunque lenta, el género entró en una muerte dulce que dura hasta nuestros días en los que se ha ido diluyendo en varios tipos nuevos de novela.
Hacia el final de la I Guerra Mundial aparecen en EEUU una serie de revistas baratas, denominadas pulp (por la pulpa de papel en la que están impresas) que darán un nuevo enfoque al género. Los nombres de esas revistas consagran la palabra “detective” como adjetivo del género: Detective Tales, Detective Fiction… Es, no obstante, Black Mask la revista que publica a los autores que van a significar el nacimiento de la llamada novela negra: allí publica Dashiell Hammett quien, junto con otros autores, pondrá las bases de ese nuevo enfoque de la novela policial.
El nombre, sin embargo, sigue siendo escurridizo: el estilo con el que escriben suele llamarse “hard boiled” (más o menos, “fuertemente hervido”; en adelante, “duro”), aunque esa denominación hace más referencia al lenguaje que se utiliza (el del hampa, callejero) que a los temas que trata.
Sin embargo es ahí (en los temas y los ambientes) donde se produce la variación que auspicia el nacimiento de un nuevo género: la novela negra de estilo duro describe las contradicciones (ricos/pobres, poderosos/indefensos) de la sociedad donde se desarrolla: no se encierra en mansiones con mansardas, no trata sobre crímenes ingeniosos, sino brutales y, en suma, el problema que plantea no es la solución de ese crimen, sino el grado de culpabilidad asumible por los buenos o los malos, cuya frontera se desvanece.
El período de la Ley Seca y el subsiguiente al crack del 29, son el escenario perfecto para la novela negra: una sociedad donde la corrupción de los políticos, de la policía y el empuje del hampa se llevan por delante a los ciudadanos más débiles.
En esa sociedad, el detective de las novelas actúa como justiciero (a veces al margen de la ley) que condena al culpable, independientemente de su clase social o de su relación con él mismo. Si el detective no procediera así, es seguro que el sistema legal, ya corrompido, los declarara inocentes.
Así pues, la negra se convierte en la novela social de la literatura policial.
Un repaso a los nombres de la cosa no estaría completo sin la mención de la llamada Série Noire francesa, que es, de hecho, la que le da el definitivo apelativo “negro” al género.
Nacida en 1945, la editorial Gallimard empieza a publicar en esa serie a autores norteamericanos “duros” y también a autores franceses que llegan a elegir un nom de plume anglosajón para hacerse más creíbles. El sistema se extiende a otros autores que no publican el la Série Noire dirigida por Marcel Duhamel: el mismo Boris Vian  adopta el de Vernon Sullivan para escribir un par de novelas negras de delirante violencia y sentido del humor.
No obstante, el nombre popular que en Francia adopta la novela policial, especialmente la negra, es el de “polar”.
Echemos, pues, un vistazo a eso que hemos llamado novela negra.
2. Del detective duro al monstruo educado
2.1.  Sam Spade & Philip Marlowe, detectives.
En sus orígenes, la novela negra presenta ya ciertas características que la separaron definitivamente de la novela-problema:
El estilo de escritura (especialmente en los diálogos) que no rechaza, sino más bien busca, el lenguaje callejero, coloquial o del hampa.
En eminente consumación del ideal aristotélico sobre la imitación de la naturaleza y el decoro, en estas novelas los hampones, macarras, policías y detectives se expresan de acuerdo a su condición.
La voz del narrador, además, no rechaza la descripción pormenorizada de asuntos desagradables: palizas, heridas…
Las tramas empiezan a considerar el delito como parte inevitable del cuerpo social, no como un accidente de la educación moral de los individuos, como ocurre en los escritores de la novela-problema.
Los personajes son reales, de la calle y del palacio, y se huye del estereotipo en su creación: apenas hay personaje secundario que no esté dotado de una serie de rasgos que lo individualizan; las tramas unen al ex-presidiario con el Presidente del Consejo de Administración, a la rica heredera con el mafioso y, en todos los casos, la frontera que separa a los buenos de los malos es muy difusa: el maniqueísmo existe, pero no se sitúa en los personajes o en la moral predominante en la sociedad, sino en la perspectiva del autor-narrador: es él (o sus convicciones) quien decide qué conducta es censurable y cuándo lo es.
El protagonista por excelencia de esta primera época es el detective: un tipo solitario (salvo Nick, el protagonista de El hombre delgado, que está casado), moralmente inflexible, desencantado de la vida, duro (es capaz de entregar a la Policía a la mujer que podría hacerle feliz) y pobre. La suma de esas cualidades, más la sociedad industrial capitalista nos da como resultado –claro está– el retrato de un perdedor. Pero un perdedor sólo en lo fundamental: el detective tiene una vida arruinada, pero resuelve siempre, generalmente por tozudez, los casos que se le presentan. Es un triunfador profesional, pero un perdedor como individuo.
Cuando pasa al cine, este personaje se convierte en el héroe moderno por excelencia: vulnerable, tierno y moral, ahora superado por el héroe posmoderno: invencible.
Los héroes-detectives por antonomasia de la novela negra son Sam Spade, creado por Dashiell Hammett, y Philip Marlowe, que lo fue por Raymond Chandler.
Ambos son el epítome de lo dicho más arriba, es decir, las características apuntadas son precisamente las de ellos: ambos son el paradigma de todos los demás detectives. Las diferencias hay que encontrarlas en el propio estilo de cada autor.
2.2.  La muerte lenta
Hacia 1960 el modelo de detective (y por lo tanto de novela) de los años 30 a 50 entra en crisis absoluta.
Pueden apuntarse varias causas:
Por una parte, la explosión de las novelas y películas de espionaje (existían desde antiguo: incluso algún relato de Holmes puede considerarse así). La guerra fría entra en sus momentos más delicados y la amenaza “roja” es un bocado demasiado apetitoso como para que los escritores lo dejen aparte. Las posibilidades de acción que brinda este nuevo orden mundial aparta “lo policíaco” de las calles del suburbio y lo lleva a los hoteles internacionales, hipódromos, estaciones de esquí y otros lugares frecuentados –como se sabe– por agentes secretos mundialmente conocidos. Estas novelas y películas cubren en gran medida la necesidad narrativa del público, especialmente el aspecto “thriller” (literalmente, “emocionante”) que antes brindaba casi en solitario la novela negra.
Por otra, la sofisticación (perdóneseme ese barbarismo semántico) de un mundo repentinamente moderno (el rock, la televisión, la nueva ropa, los satélites artificiales…) que arrincona sin remisión a los chicos duros pretecnológicos y ayuda, por el contrario, a los agentes secretos armados de gadgets diminutos, aunque eficacísimos, contra supermalos que intentar apoderarse del mundo pertrechados con ejércitos privados, científicos locos a sueldo y chicas apoteósicas.
Surgen entonces (acaban surgiendo) en el mundo de la novela negra los nuevos escritores con nuevos personajes: aún continúa el dominio del detective privado de toda la vida, pero empiezan a asomar ya personajes más “freakies”:
Patricia Highsmith publica “El talentoso Mr. Ripley” en 1955, aunque ya sea abusivo llamarle novela negra. Ripley es un asesino pusilánime y una persona insignificante que contradice el estereotipo de sicario.
Ed MacBain, Chester Himes y Robert Bloch (“Psycho”) lo hacen entre 1956 y 1960, y ya se decantan hacia otros caminos: la novela de terror o el thriller.
La última gran novela clásica del género quizás sea “1280 almas” (1964), de Jim Thompson, que es, además, un ejercicio de estilo sobre el narrador (hay un narrador en primera persona que sabe de la historia menos que el lector), pero también, y sobre todo, una novela negra ya desteñida.
2.3.  La exageración
En Europa, y principalmente Francia, la novela negra vive en el decenio de 1970 una segunda juventud a través, como se ha dicho, de la Série Noire y otras colecciones que se lanzan al mercado.
El proceso de aclimatación a Europa del género de detectives es similar al de cualquier arte cuando es trasladado fuera de su hábitat: lo que en EEUU era clásico, se transforma en Europa en manierista, vale decir exagerado y, así, llegan a escribirse muchas novelas en las que el protagonista es, directamente, un delincuente, heredando así una tradición que venía de Lupin y Fantomas: Reiner[3], creado por Claude Klotz, es probablemente el mejor de los ejemplos.
La exageración, en cualquier caso, se refiere, sobre todo, a la violencia que aparece en ellas. No obstante, la violencia en Europa tiene un componente esteticista y antirrealista y, sobre todo, de gratuidad.
En las novelas norteamericanas la violencia se suele justificar en una doble dirección: los malos la ejercen justamente para ejemplificar su maldad; los buenos, para equilibrar la balanza de la justicia y, con ello, dar su merecido a los malvados. En las novelas norteamericanas raras veces la violencia de los malos deja de tener su castigo en la violencia de los buenos.
Conviene destacar a J.P. Manchette, autor prolífico y excelente, considerado el padre del neo-polar.
Lo de “neo” viene de la “renovación por regreso a los orígenes”, que opera Manchette en sus novelas: los políticos y los delincuentes vuelven a juntarse en sus novelas en una imbricación que se parece sospechosamente a la realidad, aunque, como se ha dicho, con un punto de exageración: en este sentido, el polar francés viene a ser como el spaghetti western en relación al western clásico de John Ford o Preston Sturgess, digamos.
2.4.  Los monstruos educados
Los últimos coletazos del género apuntan a dos direcciones: una, la recuperación de los modos de la novela clásica; otra, en un sentido posmoderno, es decir, jugando con que el lector ya conoce las claves del género y operando sobre ellas un distanciamiento irónico o nostálgico. El prototipo de esta transformación es, probablemente, American Psycho, de Bret Easton Ellis, en la que se le da vuelta al personaje del asesino del suburbio y se lo convierte en el psicópata del barrio alto, impune, justamente, por ser del barrio alto. Así, el trasfondo social de la novela negra tradicional se subvierte, en el sentido de que nadie cree que un personaje como Patrick Bateman (educado, guapo, bien vestido, triunfador) pueda ser un asesino psicópata aunque lo confiese y, además, porque no hay detective tenaz e incorruptible que lo persiga. De algún modo, Bateman es la puesta al día, tipo años ochenta, del Ripley de los cincuenta: ambos quedan impunes; uno por insignificante, el otro, por conspicuo.
No obstante, el monstruo educado tiene su hábitat más natural en una nueva clase de novela policial: la que trata de la captura de un serial killer (asesino en serie, calco lingüístico con el que se los conoce en español), el más escurridizo de los asesinos, ya que carece de móvil aparente. Este tipo de relatos tiene como prototipo las historias de Hannibal Lecter, el protagonista de tres novelas de Thomas Harris[4]. Hannibal Lecter – Aníbal el Caníbal - es psiquiatra. Su refinadísima educación incluye la lectura de clásicos latinos (Marco Aurelio), el conocimiento exhaustivo de la obra de Dante, la adoración por Bach y la fascinación por la cultura italiana del Renacimiento. A esta nueva clase habría que añadir lo que en EE.UU. se conoce como género forense (forensics), así llamado por tratarse de novelas en que el protagonista es un investigador forense. Sus representantes más interesantes son Patricia D. Cornwell y Kathy Reichs (su clon).
2.5.  El caso español
La novela negra española nace, inevitablemente, en las postrimerías del franquismo. De acuerdo con lo expuesto anteriormente acerca de la novela negra como notario que levanta acta de la realidad en sus tramas, la novela negra es, casi inevitablemente, realista y, por lo tanto, poco aceptable para regímenes políticos dictatoriales donde la realidad no es sino el producto de la propaganda oficial, pues ya se sabe que las otras realidades son potencialmente peligrosas.
Los nombres que configuran la nómina de escritores españoles de novela negra está (hasta donde alcanza mi conocimiento) integrada por personas que también fueron antifranquistas. Sin embargo, no fue la España del franquismo el marco elegido para situar sus historias, pese a la abundante evidencia de corrupción moral en aquella sociedad pues faltaba en ella un factor determinante: el desarrollo capitalista y el desplazamiento del poder hacia los poderes fácticos: la banca, las empresas multinacionales, los partidos políticos…
La novela policial, digamos, realista antes de la transición era más bien costumbrista: García Pavón y sus historias de Plinio, el Jefe de la Policía Municipal de Tomelloso son relatos de extraordinaria calidad y su pintura de las personas y ambientes es más que digna, pero difícilmente pueden ser considerados como “negras”, tanto por su tono acrítico, como por la intención de su autor.
Así pues, la aparición de una novela policial española –y especialmente la negra-  está condicionada (o impedida) por la existencia de un régimen totalitario y las consecuencias que de ello se derivaron, de entre las que pueden mencionarse el aislamiento cultural, que hace que no haya traducciones de los clásicos norteamericanos hasta muy tarde y, como se ha dicho, el subdesarrollo económico encarnado en una sociedad campesina y poco cosmopolita, poco apta para materia de novela negra.
Manuel Vázquez Montalbán publica en 1972 Yo maté a Kennedy, una novela experimental que, aunque incluya a Carvalho, no puede ser, en rigor, catalogada como negra, precisamente por lo de experimental: un rasgo estilístico que contradice la naturaleza cartesiana de la novela policial.
De nuevo con Carvalho, aparece, en 1974, Tatuaje, que puede ser ya considerada una novela negra, y en 1977, el año de las primeras elecciones democráticas, la espléndida La soledad del manager y, sobre todo, Los mares del Sur, publicada en 1979 que es, a mi entender, la mejor novela de la serie. En Tatuaje, el trasfondo intertextual de la novela es el cuplé del mismo título: un cuplé negro, de amores tabernarios, prostitutas y alcohol. Con ello MVM encarrila la subcultura[5] española como motor de la nueva novela.
En 1980 publica Juan Madrid (con el que comparto alma mater durante un curso) Beso de amigo; en 1982, Las apariencias no engañan y en 1984, Nada que hacer.
Andreu Martín publica en 1982 Por amor al arte y, en 1984, El caballo y el mono.
Puede observarse la coincidencia de fechas en torno a los años posteriores a 1975 (año de la muerte de Franco), 1977, año de las primeras elecciones, como se ha dicho, y 1978, año en que se aprueba la Constitución.
La nómina de autores de novela policial (lo negro ya no es sustantivo) españoles incluye nombres de calidad indudable, pero ya estamos más cerca del modelo nórdico (Mankell, Sjowall y Wahloo…) que han incorporado a la novela policial la cotidianeidad de Simenon, el rigor investigador de Patricia Cornwell y cierta crítica social como en Hammett y Chandler. Es el caso de Lorenzo Silva y su estupenda serie de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro.
Pero, en resumen, en España no hay propiamente novela negra: de hecho, en ninguna parte salvo en los Estados Unidos y en las décadas señaladas. Todo lo que después se ha venido llamando novela negra no es sino un tributo a los autores clásicos por la vía de la imitación, de la referencia o, sutilmente, de la intertextualidad o la parodia (P. García publica en 1983 El calzoncillo eterno, jugando con la traducción de la paronomasia que se produce entre “The big sleep” y “The big slip”). Obviamente, lo anterior no supone en absoluto un menoscabo de la calidad de algunas de estas novelas, sino que simplemente expone un hecho, a mi entender, obvio.
La novela negra no configura un género en el sentido que lo son el “drama” o la “novela policial”, sino un modo. En este sentido, se ha extendido la costumbre de hablar de “género negro”, denominación que hace referencia a un tipo de novela (o película) policial en el que lo sustantivo no es la averiguación o el método de la averiguación, como ocurre en la novela-problema o en la forense, sino otros aspectos de un caso, digamos, policial como podría ser el retrato del patio trasero o las cloacas de la sociedad contemporánea del autor a través de las andanzas de un personaje fronterizo entre la ley y el hampa. No obstante, en una novela policial de cualquier clase, ha de haber –y así ocurre– una investigación, y la investigación debe llevar a la solución de un caso. El callejón sin salida se produce en Los pájaros de Bankok, de MVM, donde no hay ni crimen ni culpable y donde la sensación de infortunio del lector no puede ser mitigada ni con una receta de Carvalho.
REFERENCIAS

[1] Borges, J.L. y Casares, Bioy, Los mejores cuentos policiales, Alianza, Madrid, 1979
[2] Lasso de la Vega, J., Antología de cuentos policiales, Labor, Madrid, 1967
[3] Probablemente haciendo juego con la eufonía de su nombre, los títulos de las novelas de Reiner son ingeniosos juegos de palabras: Putsch Punch, Dolly Dollar, Micro Mic Mac, Alpha Beretta, Jap Job, Casse Cash…
[4] El dragón rojo, El silencio de los corderos y Hannibal.
[5] Tomamos el término como una ampliación del concepto subliteratura. Vid. Andrés Amorós, Subliteraturas, Ariel, Barcelona, 1974.