En una entrada anterior he aportado un artículo que estudia a fondo las aportaciones que Javier Marías ha realizado al arte de escribir hoy. Claro que eran subjetivas las valoraciones de Sandra Navarro o puede que estén sólidamente confrontadas. E caso es que este artículo que transcribo nos dice todo lo contrario. ¿Habrá un medio en el que conformarse?
Los críticos del Círculo de Fuencarral, que trabajan en el Centro de Documentación de la Novela Española, editor de La Fiera Literaria, los Pliegos de Pensamiento Múltiple y los Cuadernos de Crítica,han demostrado, mediante el método de la crítica acompasada, que los novelistas pertenecientes al sistema de la industria cultural, inquilinos permanentes de las listas de libros más vendidos y protagonistas de todos los actos literarios públicos con proyección mediática, aparte no saber componer una novela, no dicen más que obviedades, vaciedades y tonterías, desconectados del más leve conato de una poética y una concepción del mundo. (El lector interesado puede consultar, en esta misma sección, mi trabajo Los escritores más vendidos y el retraso mental).
Javier Marías, el más valorado y promocionado de todos ellos, además destroza la lengua española y su gramática, hasta extremos que hacen incomprensible que los críticos (p. ej. Ignacio Echevarría, Rafael Conte, Santos Sanz Villanueva, Darío Villanueva, Miguel García Posada, José Carlos Mainer) lo tengan por el mejor novelista español surgido tras el advenimiento de la democracia y le concediesen su premio anual correspondiente a 1993 por su pésima Todas las almas; que muchos de ellos, junto con escritores y profesores de literatura (José María Castellet, Ramón de España, Rafael Conte, Miguel García Posada, J. A. Masoliver Ródenas, Santos Sanz Villanueva, Robert Saladrigas,Luis Suñén, Andrés Trapiello, Fernando Savater, José María Guelbenzu, Vicente Molina Foix, Rosa Montero, Maruja Torres, Luis Goytisolo, Antonio Muñoz Molina, Pere Gimferrer..., como he dicho en el trabajo citado) considerasen esa misma novela, en una encuesta publicada por el diario El País, la mejor de las aparecidas en España entre 1975 y 1991; que le hayan sido otorgados infinidad de premios, entre ellos, el Fastenrath de la Real Academia Española correspondiente a 1995, igualmente a la novela mencionada; que la propia RAE le haya ofrecido un sillón; que el Ministerio de Cultura lo envíe contínuamente a las Ferias del Libro internacionales, en representación de España, y que unos cuantos escritores y críticos, a quienes se considera en pleno uso de sus facultades mentales -Miguel García Posada, Rafael Conte, Guillermo Cabrera Infante, Eduardo Mendoza, Juan Manuel de Prada, Luis García Montero-, hayan pedido para él el premio Nobel.
Me propongo demostrar en este trabajo, que basta un análisis superficial de sus libros, para dejar establecido que es el peor escritor de todos los tiempos y lugares, porque no sabe puntuar, destroza continuamente la sintaxis, carece en absoluto de elegancia y estilo, es sumamente torpe en la adjetivación, tiene lenguaje de funcionario, pregona una zafiedad intelectual ofensiva para la inteligencia del lector y no sabe expresar lo que pretende porque no tiene las ideas claras ni conoce el significado de infinidad de palabras y expresiones. Su dicción es vulgar, a base de frases hechas, lugares comunes y expresión de valores entendidos; su profundidad, nula. No hablemos ya de organización de la materia, de tiempo, espacio, alusiones, elusiones, estructura, punto de vista, perspectivismo, valores estéticos, extrañamiento, forma de presentación de la realidad, etc., que son conceptos cuya consistencia sin duda alguna ignora. Desde la primera página de cualquiera de sus presuntas novelas, constituida por una amasijo de digresiones sin
ningún interés, como veremos, en las que resalta el desmedido culto a sí mismo que practica, resalta llamativamente la torpeza expresiva, el chirriar de la impotencia en que naufraga a cada paso, su pobreza de ideas, su abrumadora reiteración de unas pocas superficialidades, su siempre inoportuna pedantería... Por supuesto, adolece de falta de las que llamo “ocurrencias”: esas formas de descripción, definición o adjetivación insólitas que caracterizan al escritor de raza y, por ende, de capacidad de extrañar y de crear valores estéticos, es decir, de hacer literatura.
Llama la atención el hecho de que ni un solo crítico o profesor universitario haya señalado el hecho de que, al cabo de diez novelas -las llamo así para simplificar y hacerme entender-, no haya escrito una sola en tercera persona. Todas ellas lo están en primera. No niego en absoluto la licitud de hacer ese tipo de novela, pero sí señalo que el hecho de que un escritor sólo las haga tales debería haber resultado enormemente sospechoso. Para mí, se ofrece como una prueba más de su impotencia expresiva. Toda su producción girando en torno a sus recuerdos, viajando en torno a su propio ombligo, inmiscuyéndose desangelada y pedantescamente en lo que tendría que ser por definición un “mundo otro”, una “realidad otra”, sin levantar una realidad en la conciencia del lector con la mayor densidad, bulto, consistencia y expresividad, que es la misión del lenguaje novelístico, lo descalifican no sólo como novelista, sino hasta como escritor, si no lo descalificara ya, antes, su pedestre utilización de la lengua. Ni siquiera relatos se pueden considerar las obras de Marías.
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